Nuestro País, siempre curiosamente ridículo, contrató a Robetto cómo Instructor Militar. Mucho tiempo le pagó el sueldo correspondiente, mientras Pino se cansó de intentar saber , de oficina en oficina, a donde y a quién tenía que enseñarle a volar.
Corrió el tiempo, tanto para nosotros, que nadie creyó que supiera volar ! Así que los señores de la Fuerza Aérea le exigieron, si quería volar :
- Haga el curso de Piloto Privado Robetto.
- ... ?!
Robetto habrá amontonado toda su candidez, habrá comprendido la burocracia de las reválidas, y con poco gusto hizo el curso y los ochitos que “tanto” quería. También tuvo que rendir para Instructor y Aeroaplicador. Teniente de la Fuerza Aérea Italiana, Piloto de Prueba de los alemanes, condecorado por su heroísmo en batalla aérea, Robetto fue reducido a la mínima expresión por la telaraña nacional. Sin ninguna duda cortó camino e hizo los cursos, porque no podía vivir sin volar.
Así pasan los años y Robetto termina fumigando en Balcarce, en una época de transición, en la que recién aparecían en el mercado los primeros Pawnees y los primeros Grumman.
Épocas en que todavía la mayoría de los que se dedicaban a la fumigación constituían realmente un tiro al aire. Bohemios en la noche y aeroaplicadores de día. No todos por supuesto.
Esta vida generaba un altísimo índice de accidentes mortales. El circo era completo : fiesta de noche, espectáculo y riesgo de día.
Hoy pasaron más de 30 años, los aeroaplicadores son profesionales que han minimizado los riesgos gracias a la calidad del material que vuelan y sus elevados conocimientos en la materia. Y por cierto por vidas ordenadas que llevan adelante.
En esos años, Robetto ya no era un aeroaplicador cualquiera, ni menos bohemio. Es muy cierto que se acostaba a las 11-12 de la noche y se levantaba a las 4-5 de la mañana. Pero para Pino todo era trabajo y más trabajo. Y para la guerra a la que sobrevivió, fumigar era un juego.
Cuando lo conocí Robetto tenía sus tres Aeroncas. Por supuesto que volaba de a uno y generalmente el que mejor estaba. Dos de ellos estaban habilitados para fumigar, y el tercero, el más nuevo, lo tenía con los asientos, sin equipo.
Tenía un campo en Viboratá, con un galpón grande donde los guardaba. El Aeronca que destinaba a fumigar, si estaba en Balcarce, lo estaqueaba. Raramente lo guardaba en el hangar para evitar ver caras arrugadas en los amigos de la Comisión.
En Viboratá no tenía pista. Se aterrizaba en el camino, se pasaba con el avión por la tranquera y se iba por la calle de entrada hasta el galpón, en el que entraban bien los 3 Aeroncas.
Poco tiempo después de que yo lo conociera, compró el Pawnee (LV-IOP), aunque usaba ocasionalmente algún Aeronca para trabajos chicos.
Pipper Pawnee
Tenía armados tres equipos de tierra : un Ford 350 con un tanque grande, una F-100 con un tanque más chico, y un rastrojerito. De acuerdo a la magnitud del trabajo que tenía que hacer, el equipo de mandaba. A veces mandaba uno a un lado y otro a un segundo lote para ganar tiempo.
En esas épocas se trabajaba casi siempre de caminos o potreros que quedaran cerca de los lotes a fumigar. Hoy día se trabaja generalmente desde los aeródromos o de pistas que tienen los aeroaplicadores, y muy rara vez de caminos o potreros.
Yo comencé a ayudarle en muchas cosas, cuando no estudiaba, a veces los días de semana y casi todos los sábados y domingos.
Ocasionalmente me enviaba con el 350 a Camet (Aeropuerto de Mar del Plata) a comprar aeronafta, con 4 o 5 tambores de 200 litros cada uno.
A veces me subía al Pawnee y me llevaba a algún trabajo para que se lo marque. Si iba medio lleno, aterrizaba, me dejaba, fumigaba y me buscaba de nuevo. Si era más trabajo, mandaba el equipo de tierra con una sola persona, bajaba vacío, me dejaba para marcar y cuando terminaba nos íbamos de nuevo a Balcarce.
Alguna vez terminamos el día en Mar del Plata y me quedaba con su familia a comer y dormir. Era propietario del Hotel Nuevo Raglan. Un verano hasta le cuidé la cochera del Hotel, lo que me permitió recibir unos ingresos adicionales !
El sistema de enviar equipos de tierra a distintos lados le permitía hacer trabajos continuos todo el día. Pero tenía un defecto : se le dormían los banderilleros.
Normalmente, cuando llegaba si era cargado, les hacía una pasada rasante para que se despierten. Pero alguno, de más experiencia y modorra de la normal, no se despertaba o hacía que no se despertaba.
Así un día Robetto, le pasó tan cerca a uno de ellos que lo tocó (creyó él) y el Pawnee rebotó. Viró, aterrizó asustado pensando que lo había matado, pero el buen señor, que nunca más marcó nada, se estaba levantando. La rueda había tocado un lomo del lote pero no del banderillero !
Me contaron - no Robetto que jamás me habló de sus cualidades - que junto a Germanoff (padre) -y esto de cómo viene no se si es estrictamente cierto pero naturalmente posible- eran los únicos habilitados para hacer acrobacia a baja altura y que eran capaces de voltear una botella con la punta del ala en vuelo invertido. Y aunque no fuera así, es probable que lo pudiera hacer.
Siempre fumaba. Los cigarrillos los apagaba en el tablero y no los tiraba. Se iban acumulando, formando una pila extraordinaria. También guardaba puchos empezados en los bolsillos-monederos de sus pantalones de grafa. La costumbre, me explicó, venía de la guerra.
Siempre había fumado mucho, y en la guerra, tiempos en los que se suponía que no se regresaría de una misión, eran más importantes los cigarrillos de hoy, de ahora, que un sueldo para el resto del mes. Así, alguna vez, llegó a cambiar el sueldo -que era muy bueno- por un atado de cigarrillos.
No tenía encendedor. Tenía siempre una caja de fósforos tres patitos, que curiosamente llevaba en el bolsillo derecho. Los puchos de los bolsillos, o los del tablero (que además apagaba allí por seguridad - Bertram, nunca tire un pucho afuera !-) lo sacaban más de una vez del apuro.
Cuando fumigaba llevaba además las Cocas Colas al lado del asiento. De las de un litro. Contaba que en la guerra en más de una misión les daba ganas de orinar y no podían bajar.
- Sabe como orinar en un avión, Bertram ?
- ... ?!
- Corre el traste para adelante, saca el pitito, palanca suave atrás, que el avión trepe suave para que el orín se vaya por la cola ... !
Así supe de tantas cosas cómo verán. De vientos, su incidencia en el vuelo, de cargas, de virajes, de temperaturas, de sustentación y bombas de fumigar y cómo afectaban el vuelo (los Aeroncas las llevaban lateral y el Pawnee central), de orines, puchos, etc. Siempre aprendía algo nuevo e interesante.
Corría octubre de 1969. Había un ataque de pulgón muy persistente y dañino en trigo. Robetto no daba abasto con los trabajos y quería cumplir con todos.
De noche terminaba su día en el Restaurante San Martín de Balcarce. Tenía una mesita cerca del mostrador, y a mano, el teléfono del Restaurante.
Antes, durante y después de la cena venían clientes a pedirle que le hiciera los trabajos. Era su oficina.
También lo llamaba su señora por los pedidos que le habían hecho al Hotel y para hablar de la familia. Siempre preguntaba por los chicos. Porque cuando Pino empezaba la campaña hasta no terminar no volvía a casa.
En el Restaurante era todo un personaje. Sucio de trabajar todo el día, venía a verlo más de uno de punto y blanco. Si yo no había cenado me invitaba. Siempre comía de postre queso y dulce (batata-mar del plata).
Era un espectáculo digno de verse, porque a ninguno le importaba si Robetto estaba sucio o no. Todos lo respetaban, todos conocían de su altísima cultura y educación, de su carácter. Aunque más de una vez hacía algún chiste, que los tenía y levemente ácidos.
En todo caso el contraste del limpio y el sucio, simplemente se debía a que Robetto había transpirado la camiseta todo el día arriba de un avión, y todos lo comprendían y aceptaban tal cual era.
Muchas veces después de cenar íbamos a casa porque le gustaba sentarse en un sillón, descansar, charlar, tomar café negro que yo le preparaba, cruzar las piernas y fumar.
Una noche en el Restaurante me dice :
- Bertram, tendría que conseguir un piloto que me vuele un Aeronca para poder hacer todos los trabajos, porque con el Pawnee sólo no llego. Pero no sé de ninguno en éste momento ...
Sin intencionalidad, porque ni siquiera había sopesado lo que decía, comenté :
- Si yo pudiera ayudarle ... !
- Dígame Bertram, usted se anima a fumigar ?
- Animarme por supuesto Robetto. Lo que ocurre es que no se nada.
- No se preocupe. Puede ir mañana conmigo al aeródromo temprano ?
A la mañana siguiente muy tempranito partimos en su Chevrolet 400. Me subió al Pawnee y volamos a Viboratá. Sacó un Aeronca (LV-FRC), puso en marcha, lo llevó al camino y ... vuele a Balcarce Bertram !
Llegamos al Aero Club. Me explicó cómo tenía que virar contra el viento y suave, cómo funcionaba la bomba, los picos, cómo entraba en una pasada, cómo salía ...
- Bertram, usted ahora tiene que practicar cuatro días arriba de la pista.
- Primero cargue 50 litros de agua. Al segundo día 70 litros, al tercer día 100 y finalmente 120 litros. De a poco. Vaya y venga sobre la pista y fumigue hasta que le tome la mano.
Gran alegría la mía. Me había convertido en fumigador pirata o cómo quiera denominarse. Volaba gratis y me creía un Robettito !
Más de un miembro del Aero Club venía a darme consejos :
- Vos te vas a matar. No lo sigas a Robetto. No ves cómo pierde aceite ...
Luego de esos días de práctica, comenzó a darme trabajos chicos, en los que me fui adaptando cada vez mejor, en realidad, sin sustos ni complicaciones.
La locura de los productores y los pulgones iba en alza. El ataque persistía y aumentaba. Hacia mucho daño y todos estábamos muy estresados por el daño y el trabajo. Así que cada día le ponía unos litros más de carga al Aeronca. Una tarde, bastante calurosa, un productor viene a hablarme mientras cargábamos. Me distraje. El tanque rebalsó. No quise perder tiempo descargando unos litros.
Comencé a carretear pero no podía levantar vuelo. Gracias a Dios por el camino del que operábamos no venía ningún vehículo. Así que seguí carreteando hasta que por fin levantó las rueditas del suelo. Con mucha precaución trepé y fui hasta el lote.
Tipicos campos de Balcarce
La zona de Balcarce es de muchas lomadas con cuestas bastantes pronunciadas a veces. El lote estaba sobre una de estas cuestas. El pobre Aeronca no la podía subir. Por suerte me di cuenta rápidamente de ésta circunstancia y comencé con tiempo un viraje suave del que afortunadamente pude salir cuesta abajo.
Tuve en un momento la sensación de que aterrizaba de nuevo cuesta arriba. Hasta que el tanque se vació bastante, tenía que ascender suavemente haciendo giros y largarme de arriba hacia abajo, una sola pasada por vez. Después ya pude subir y bajar.
El Aeronca que me dio Robetto tenía un problema de chiclers. El asunto es que cuando reducía potencia para aterrizar, o daba potencia para decolar, por un instante el motor tosía y tosía. Enseguida se normalizaba en bajas vueltas o en altas revoluciones. Cómo había descubierto que no tenía consecuencias sobre la seguridad, a mí me gustaba y en el aeródromo me seguían insistiendo en que yo me mataría, cosa que cómo apreciarán no ocurrió.
No recuerdo el motivo de que el motor del Aeronca no iba más. Creo que se iba quedando sin potencia. El caso es que Robetto un buen día me ordena :
- Bertram, vaya con el Aeronca a Viboratá, que el encargado del campo lo lleve al pueblo, busque al mecánico “tal”, le sacan el motor y le ponen el del Aeronca nuevo.
- ... ?!
Yo y un mecánico de coches cambiando un motor de avión, era cosa de locos. Pero me había acostumbrado a no discutir. Así lo hice y resultó más fácil de lo pensado, porque los motores de avión están agarrados de una araña con cuatro anclajes. Luego hay que conectar el instrumental.
No recuerdo las horas que nos llevó el trabajo pero lo terminamos. Las órdenes, además, eran que una vez cambiado el motor, debía fumigar un lote cerca del campo, para lo cual había llevado el producto en el avión.
El mecánico, que evidentemente alguna vez había cambiado un motor de avión, me pidió que lo vuele y lo pruebe.
Decolé y a los pocos minutos me estaba cocinando. Levantaba muchísima temperatura y me subía el calor por las piernas y a la cara. Me asusté a tal punto que no me animé a volver al campo. Me tiré en un potrero y esperé una media hora que se enfriara, el motor y yo. Puse en marcha y volví.
Coincidimos con el mecánico que no volara, que fuera a Mar del Plata, ya era casi de noche, y que le hablara a Robetto para saber que hacer.
El encargado del campo me llevó, hablé con Robetto, y luego de muchas explicaciones que yo daba y sobre las que él no habría la boca, me dice :
- Bertram, usted mañana vuele y fumigue.
- Pero Robetto ... y la temperatura.
- Usted vuele y fumigue. Entendió ?
Nada más. Yo pensé que Robetto habría enloquecido. Además me lo había dicho en tono imperativo. Casi un reto. Pero para mí no había tutía. Sólo me quedaba tener valor y creer en el.
Al otro día, muy temprano, cargué para fumigar, recé y partí. Curiosamente la temperatura comenzó a bajar, y poco a poco fue todo normal. El motor un violincito. Aún hoy no me explico que pasó. Ni porqué subió, ni porqué bajó, ni porqué Robetto había dado una orden que parecía de loco, ni si sabía que esto ocurriría ...
Pero así eran las cosas con Pino. Volví a Balcarce con el nuevo motor y seguí haciendo algunos trabajos.
Robetto tenía un trabajo muy grande para hacer en Napaleofú. Eran cerca de 1000 hectáreas en un solo lote. El sueño de todo aeroaplicador. Inmensamente largo.
Por mi parte tenía que sacar unos lotes chicos, y operábamos desde el mismo equipo de tierra que nos abastecía a los dos.
En uno de mis vuelos, en el que regresaba a cargar, veo al Pawnee estrellado en el trigo y a Robetto parado, solo, al lado del 350. Aterrizo, arrimo ...
(No es el Pawnee pero una escena exacta)
- Qué le pasó Robetto ??
- Cuánto le falta ? (con bronca)
- Una carga Robetto ! Pero que le pasó ?
- ... (no hablaba de bronca. El me cargó el Aeronca)
- Dónde está la gente Robetto ?
- Vaya y termine su trabajo.
Terminé el vuelo y volví. No sabía que había pasado, pero si que Robetto estaba sano y sólo.
- Baje y cárgueme el Aeronca.
Así, el subió y siguió fumigando sin hablar y sin parar hasta la noche y terminó las mil hectáreas. Y nos fuimos los dos en el Aeronca a Balcarce dejando el 350 y el Pawnee en Napaleofú (que luego buscó y reparó).
Cenando, más tranquilo, me contó lo que había pasado y hasta se permitió una sonrisa. El equipo de tierra no había filtrado la nafta -por cómodos- y el agua le había plantado el motor. Los buenos muchachos entendieron tan rápido lo que pasaba que cuando Robetto llegó al 350 calculo que ya estarían por Balcarce. Nunca más los vimos ni los pudimos encontrar !
El Pawnee cargado se plantó y se cayó al trigo. No fue la primera vez que Robetto se caía. Muchas veces tuvo emergencias, pero o su capacidad, o su buena estrella que permanentemente iluminó sus vuelos, permitieron que nunca le pasara nada a éste curtido Piamontés.
Y así se iba terminando mi fugaz historieta de aeroaplicador. Llevaba fumigadas unas 2500 hectáreas, cuando en lo que sería mi último trabajo, se rompió el carter de aceite. Gran chancherío en todo el fuselaje, pero alcanzó con lo justo para llegar a Balcarce, previo agregado, porque volábamos en los Aeroncas siempre con una lata de aceite a cuestas.
Robetto se había aliviado mucho del trabajo chico, el pulgón estaba desapareciendo y los productores se habían tranquilizado. Volví a mis estudios con una historia que nunca podré olvidar !