viernes, 13 de enero de 2012

UN VUELO A PUERTO MADRYN...y maniobras acrobàticas.



            Mi última fumigación fue el 21 de noviembre de 1969 en el LV-FRC. Robetto no sólo me brindó su generosidad para que aprendiera algo nuevo, y, por supuesto, su confianza, sino además me pagó por el trabajo realizado, y recuerdo que muy bien.



            El dinero alcanzó como para que comprara ropa, que después de las fumigaciones me hacía falta (!), cómo también para pagar un vuelo a Puerto Madryn, mi ciudad natal, navegación con la que siempre había soñado.
            - Robetto ... me gustaría volar a Madryn en el Cessna 172. Puedo ?




            - No Bertram. Ud. nunca lo voló, y aunque yo ahora lo adapte, la Comisión no va a estar de acuerdo. Pero si Ud. quiere ir a Madryn vuele en el Aeronca que yo lo autorizo.
            Así que después de unos exámenes que tenía que dar partí hacia la Patagonia. Escala en Bahía Blanca. Trazo la ruta de vuelo a San Antonio Oeste en la carta. Yo tenía experiencia en navegación, pero en la Pampa Húmeda, no en la Patagonia, en la que un mar de jarillas (arbusto típico) borra toda referencia, y los pueblos los encontramos distanciados entre sí a cientos de kilómetros.

Aero Club Rio Colorado

            Muy tranquilo cruzo el Río Colorado y recién en ése momento comprendo mi error. Lo cruzaba cómo estaba previsto, pero ... a que altura del río ? Bah ! tengo el rumbo, meta hasta Río Negro que tengo que interceptar General Conesa.
            Río Negro sí, pero General Conesa no. Ya tuve necesidad preocupante de saber dónde estaba. Así que río arriba ... nada. Río abajo ... nada. No podía seguir buscando porque la cantidad de combustible era más o menos justa para llegar a San Antonio Oeste.
            Rumbo nuevamente y a seguir arriesgando. Jarilla y más jarilla. Es más o menos tan preocupante volar arriba de la jarilla cómo arriba del Gran Buenos Aires. En caso de emergencia bollo seguro. No hay casi huecos donde aterrizar.
            Con más irremediabilidad que coraje apunté hacia donde creía que estaba San Antonio y seguí volando. Unos 60 Km. antes, General L. Vintter, pequeña parada de tren (en las que se lee su nombre en los techos) me ayudó felizmente a reubicarme.



Aero Club San Antonio Oeste

            En San Antonio había aeródromo. Pero no había aeronafta. Taxi, estación de servicio, nafta super, cargue, siga.
              El motor no sonaba bien con la nafta super. Sin embargo no resistí la tentación de volar hasta Madryn (unos 300 Km.) por toda la costa, espectáculo realmente hermoso !



Vista aérea de Puerto Madryn

            El regreso fue mejor (!) meditado. En la Patagonia, con un monomotor tan chico, conviene volar sobre las rutas, y viajar cómo si fuéramos en un coche. Si se tiene una emergencia, la pista está justamente abajo. Y uno nunca se pierde. Hasta puede leer los carteles indicadores.
            Así decidí regresar. Primer escala, Viedma. Sin radio, aproximación de rigor, luz verde -que no sé si la vi porque algún nervio me ponía inquieto de aterrizar por primera vez en mi vida en un aeropuerto tan importante- nadie a la vista, aterrizaje.
            Fui a la torre, me firmaron el libro, cargué nafta y me autorizaron el despegue de la pista – no recuerdo pero digamos ... - 02/20. Cómo nunca había estado en un aeródromo en serio, donde todas estas formalidades existen para seguridad de todos (yo era un semi-pirata, libre de volar cómo y donde quisiera) me inquietó ésta orden por miedo a equivocarme.
            Subo al Aeronca, miro la brújula y oh! cosa extraordinaria marcaba 02/20 o algo parecido ¡!. Pensé que la nariz del Aeronca estaba un poco corrida y que me habían autorizado a despegar de ésa posición. Así que motor a pleno y partí muy contento.



Aeropuerto de Viedma

            Me había elevado unos metros, comencé a hacer el giro para apuntar a Bahía, y allí vi. mi error. La pista autorizada corría casi paralelo de donde había decolado, que simplemente era una calle de carreteo. Nunca más volví a Viedma y por un tiempo esperé que llegara una suspensión, que jamás llegó.
            En Bahía cargué nuevamente nafta para llegar de un tirón a Balcarce. Me comentan que en Tres Arroyos había mucha tormenta, que me convenía esperar. Ansiedad por llegar, confianza, irresponsabilidad, suficiencia. Yo tenía todos los motivos para seguir. Además me consideraba un Robettito. Y por último pensé que en todo caso aterrizaría en cualquier lugar y esperaría.
            A pocos minutos de pasar Tres Arroyos entré en la tormenta, diría que de sorpresa, sin darme cuenta que estaba allí. Parecía más lejos. La lluvia y el viento parecían un huracán. El pobre Aeronca remaba con todo. Pensé en volver, pero vi un claro más a la derecha y apunté hacia allí. Volaba a la altura de los árboles en medio de un diluvio.
            De pronto ... piedra !  Qué ruido ! Me rompe toda la tela pensaba. Al suelo, aterriza ! Hice un giro porque había apuntado un potrero. Cuando comienzo a hacerlo, y el viento me da de cola, noté que no era piedra.
              Era agua muy fuerte. Y el potrero estaba lleno de agua. También veo que para atrás, Tres Arroyos, ya era peor que para adelante. Así que volví a buscar claros, derecha, izquierda, hasta que de pronto salí del agua y respiré de nuevo.
            Poco me duró respirar de nuevo. Me tomó una ascendente violenta, cómo si fuera una hoja, me dejó sin palanca, tuve que reducir motor porque se iba en vueltas. Parecía una coctelera. Me llevaba a los golpes y tumbos para arriba. Estaba aterrorizado pensando que me iba a romper un plano, y además porque no dejaba de subir. Nunca había volado tan alto ... !
            En el asiento de atrás yo traía dos sillones plegables de lona y bastidor de madera, que aún hoy los tengo. Saltaban para todos lados y me daban y daban en la nuca, en la cabeza ... y no podía hacer nada. Nunca me había asustado tanto.
            De pronto la calma absoluta a una altura, para mí, increíble. Se veía "el" mundo desde tan arriba. Entre otras cosas la Barrancosa, descenso suave, aterrizo. No me podía bajar y cuando lo hice no podía estar parado de cómo me temblaban las piernas.
            Corolario : me había olvidado de las brevísimas lecciones de Pino. Bertram, el cementerio está lleno de pilotos arrepentidos, entendió ?
            Robetto, un domingo de esos que el Aero Club se llena de pilotos, de público, bautismos a diestra y siniestra, relaciones públicas, show, etc., domingo en que según parece las relaciones con la Comisión estaban más tirantes que lo normal por vaya a saber que motivos, me llama.
            -Bertram, pida el Aeronca para volar, ponga en marcha, suba adelante. Le voy a enseñar alguna maniobra acrobática.
            - ... !
            Así me enseñó chandeles y medias vueltas a bastante altura. No quiso complacerme con los famosos luppings, por lo que mi experiencia acrobática para siempre se limitó a esas dos maniobras.
            Aterrizamos y me mandó a que siguiera practicando. En el bar todo hervía. Robetto anchísimo !
            Así fue terminando mi relación con Pino, porque en 1970 me trasladé a la ciudad de Córdoba, para terminar allí Agronomía. Deseaba estudiar y trabajar (cosa que pude hacer convirtiéndome en empleado público de la Dirección General de Catastro) y el régimen de Balcarce no me lo permitía.
            Pero aún me quedan algunas anécdotas para contarles.

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